Despídase del trabajo, le queda poco tiempo en él

Uno de los impactos más contundentes del gran cambio tecnológico que está viviendo el mundo se va a dar en el sector del trabajo. Los empleos tradicionales se verán afectados y mucha gente tendrá grandes dificultades para conseguir ubicarse en un mercado laboral que será tanto ferozmente competitivo como altamente inestable; la idea romántica de tener un trabajo desde la juventud hasta el momento de la jubilación ha pasado ya a la historia.

Estamos a punto de entrar en un periodo de tiempo en el que muchas profesiones se volverán obsoletas. Los programas de software van a sustituir dentro de nada a los contadores, ya que podrán hacer los cálculos de lo que tenemos que pagar de impuestos con mayor precisión, en menos tiempo y con un menor costo. El número de choferes de taxis disminuirán hasta casi extinguirse cuando se popularicen los coches que se manejan sin conductor, lo que según los expertos sucederá entre los años 2030 y 2040.

Las miles de personas que trabajan en los supermercados reabasteciendo los anaqueles y cobrando a los clientes en las cajas también perderán su trabajo, ya que todas esas tareas serán realizadas por robots. Los empleados en las agencias de bienes raíces cada vez tienen menos clientes, los cuales buscan casas por internet y se ahorran las comisiones que les cobraban los agentes inmobiliarios en el pasado.

Hace unos años parecía impensable que desaparecieran las agencias de viajes; hoy es difícil sino es que imposible encontrar alguna de ellas en las grandes ciudades. Las pocas que siguen abiertas atienden solamente a personas adultas mayores que no son capaces de comprar un boleto de avión o hacer una reservación de hotel por medio de internet. Es lo mismo que le va a pasar a otros sectores de servicios, industriales o comerciales.

La masificación de las redes sociales y el uso intensivo de internet por miles de millones de personas alrededor del planeta protagonizan en buena medida los grandes cambios que estamos viendo.

Empresas que tienen pocos años de ser creadas y que se manejan con poquísimos empleados adquieren un valor altísimo en un mercado dominado por la tecnología.

Cuando en febrero de 2014 Facebook compró la empresa de mensajes telefónicos Whatsapp por 19,000 millones de dólares, en esa empresa trabajaban solamente 33 personas. Cuando la misma Facebook compró Instagram, la red para intercambio de fotografías, en un precio de 1,000 millones de dólares, en ella trabajaban solamente 13 personas. Cuando una industria clásica de ese sector, como lo es Kodak, se declaró en bancarrota a principios del 2012, tenía una nómina de 145,000 empleados.

Un estudio de la Universidad de Oxford señala que el 47% de todos los sectores laborales se verá afectado por la revolución tecnológica producida por internet y por las redes sociales ya que sus puestos de trabajo podrán ser automatizados (es decir, realizados por máquinas y no por seres humanos) en las siguientes dos décadas. El futuro ya nos alcanzó.

Los puestos de trabajo que tienen mejores perspectivas de futuro son aquellos vinculados con la innovación y el pensamiento crítico. Las personas que puedan desarrollar nuevos programas de software o que encuentren aplicaciones que resuelvan problemas cotidianos de la gente mediante el uso de la tecnología es probable que obtenga gigantescas ganancias.

También tienen buenas perspectivas las profesiones que requieren forzosamente de seres humanos para ser llevadas a cabo. Por ejemplo, es poco probable que se pueda sustituir el trabajo que hace un dentista, un bombero, un actor profesional o un cantante de ópera. La tecnología va a permitir que el dentista pueda revisar a un cliente de manera remota o que cuente con un brazo mecánico para practicarle una endodoncia desde otra ciudad, pero la valoración profesional que el dentista pueda hacer de la dolencia de su paciente es poco probable que pueda ser sustituida por una maquina. Los actores y los cantantes de ópera seguirán estando bien pagados y sus espectáculos se verán alrededor del mundo por miles o millones de personas; nadie va a preferir una película protagonizada por un robot si puede ver una en la que aparezca George Clooney, por ejemplo.

La clave que hay que atender, como ha sucedido ya en otros periodos de la historia humana marcados por profundos cambios tecnológicos (como lo fue la era de la primera revolución industrial y el momento en el que se da el surgimiento de las máquinas de vapor), reside en el sistema educativo. Necesitamos desarrollar personas que estén preparadas no para ir a pedir trabajo, sino para crear por sí mismas uno. Necesitamos que nuestros jóvenes dejen de repetir de memoria lo que los profesores les dictan y se pongan a aprender las destrezas necesarias para hacer nuevos programas de software. Es mejor ver a un adolescente desarrollando habilidades para terminar de programar un videojuego (como hacen los niños en Corea del Sur desde los 6 años) que pedirle a ese mismo joven que perfeccione durante meses y meses la letra cuando escribe a mano.

Para poder lograr que las siguientes generaciones sean competitivas en un entorno laboral tan exigente, necesitamos que los niños vayan a la escuela desde los niveles preescolares, ya que es desde los primeros años de vida cuando se pueden desarrollar la imaginación creativa y el pensamiento crítico que los haga ser en el futuro personas innovadoras.

En otras palabras, necesitamos darnos cuenta de lo mucho que está cambiando el mundo y necesitamos invertir como nunca en la transformación de nuestros sistemas educativos, para hacerlos realmente útiles y modernos. Si no lo hacemos o si lo hacemos demasiado tarde, es probable que el cambio tecnológico arrase con nosotros.

Por: Miguel Carbonell