Guadalupe Posada, más que un homenaje

El año 2013 fue declarado por la autoridad gubernamental“Año de Posada”. Al finalizar el año se anula esta intención, el centenario deja la efeméride, pero queda la obra. Es deseable que la estética que define a las mujeres y los hombres de este pueblo generoso esté siempre presente. La cultura es la clave que nos salvará de los embates consecutivos que nos da la ambición, el poder, los lambiscones, la simulación… El debate social nace en la cultura. Esa es lección de Guadalupe Posada, sus trazos burilados, sus dibujos, convocan de manera amable a reflexionar, posibilidad que reivindica la vida,sobre la estética comprometida con el pueblo en medio de su compromiso con el arte y la cultura, belleza que sigue su marcha y oferta vivencial.

La humanidad ha tenido presente siempre la muerte, sin ella no explica la vida. La muerte todos los días manifiesta equivocidad y su imaginario adquiere la novedad de no ser,pero es rutina llena de excepcionalidad. El miedo, azoro, intriga, duda… han llevado a la muerte a constituirse en el reto de la temporalidad. Los esgrafiados indelebles de Guadalupe Posada lograron de la ironía un consenso, la muerte-imagen revelada en calaveras; así vida y muerte hacen matrimonio por bienes separados y conviven en el imaginario colectivo. En el centro de la danza está la muerte; en las notas musicales se acopla sin dificultad, en la poesía se sublima… en fin, la estética de la muerte adquiere matices inimaginables e inagotables.

Todos estamos marcados por la muerte, pero ésta asume y respeta la temporalidad, una suave línea que diferencia a unos de otros. “La calavera garbancera” es una obra de arte que como aguascalentenses y mexicanos nos comunica y unifica; con justa razón Diego Rivera al considerar la muerte en “un paso dominical por la alameda” pinta la obra de Posada yla re-bautiza como “Catrina”.

La muerte es parte del paisaje y del horizonte cotidiano, expresión e imagen instituyen un elemento adherente: el menester de la muerte que abraza al “nosotros”. La muerte en Posada permite una vivencia cultural, reúne las personas, reclama el abandono del yo, mandata darse al otro. La obra de posada es un “abracadabra” de la vida. Sus trazos son la fuerza de la ironía política y el amanecer de un periodismo que denuncia desde el dibujo. Ese discurso de la muerte nos convoca a valorar su subjetividad, su narrativa marca evoluciones, incluso la marcha de Aguascalientes y México.

La literatura de la muerte se inscribe y postula en los avatares de las etapas de nuestra historia: Conquista, Independencia, Revolución; Medioevo, Ilustración, Renacimiento, Modernidad, Posmodernidad, en todas ha dejado su huella, a manera de manantial ha llenado de personajes, a veces oscuros, marginales, otras, melancólicos y furiosos, otras más alegres y festivos característicos de las distintas etapas. La muerte no está exenta ni alejada del sufrimiento de cada tiempo de la vida, ya sea en el recuerdo, en la vivencia, incluso en la esperanza. La muerte recorre la realidad y la fantasía mexicana por más que nos parezca un hecho sin importancia.

La conclusión de la vida del ser humano no es de ninguna manera un acto sin valor ni perspectiva; es cierto, nadie se ha muerto dos veces para responder ¿qué hay en el “más allá”?, ¿qué relación tiene con el “más acá”? La preocupación por la muerte es una lección que nos dio Posada, vale la pena ocuparse de ella, al menos en el arte. La política no ha afectado el presupuesto de la economía de la muerte a pesar que todos estamos dentro de ella, lo vemos en el regateo de recursos humanos, financieros, materiales que levantan el edificio de la vida. El mérito de Posada, su idea de la muerte, consiste en motivar su idealización, su poetización, su narrativa, su manantial estético.

Así ocurre con Pedro Páramo, Rulfo bucea en las profundidades del misterio de la muerte, cada personaje está lleno de contenidos, sus diálogos obedecen unrelato de vida lógica, lúcida; llega al fondo de ese océano para conocer la muerte en vida, pero también su conexión epistémica a veces inexplicable, esa es la razón por la que logra siempre actualidad. Posada acosa con calaveras una prolijidad de las tipologías establecidas, desencadena un diálogo con escritores y artistas plásticos y al propio tiempo el diálogo constante que unos y otros mantienen con los huesudos signos de muerte.

El concepto posadiano de la muerte es una múltiple identidad, más para los aguascalentenses la importancia cultural de la muerte, su tema está en la producción estética. ¡Qué maravilla!

En el cierre de la fiesta de los 100 años de la muerte de Posada, va para su talento y calidadmi agradecimiento por esta herencia cultural que acepto con honor y distinción.

Por: Ignacio Ruelas Olvera