Una lágrima bohemia

Este año 2013 nos deja un recuerdo, la nostalgia de una época de gran contenido musical, falleció (en mayo) en La Habana César Portillo de la Luz. Una pérdida sentida de la bohemia, palabra del latín “bohemius”.Por un lado se interpreta como un estilo de vida fuera de convencionalismos sociales y con énfasis en el arte y la cultura; por otro se entiende a una comunidad que comparte una forma de reunirse a degustar la vida caracterizados por presentar valores sociales totalmente diferentes a la cotidiana cultura de comportamiento. En la bohemia se debe tener claro: los tontos viven para beber y escuchar música, los inteligentes beben y saben escuchar la música para vivir. En síntesis la bohemia está en la vivencia, su quid está en la forma libre de pensar.

Tan es así que influye en la literatura en cuyas avenidas han existido movimientos importantes, autores que posibilitaron que Henri Murger escribiera su famosa obra “Escenas de la vida en Bohemia”, un discurso que incluso sedujo a sus lectores a la revelación contra las costumbres e ideas dogmáticas. En el siglo XIX, en Madrid, unmovimiento bohémico fusionó autores de diversas tendencias: realistas, naturalistas, vanguardistas: escritores de la Generación del 98, del Novecentismo y la Generación del 27, entre otros. “Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox”, de Pío Baroja; “Luces de bohemia”, de Valle-Inclán; “Las máscaras del héroe”, de Juan Manuel de Prada.

Cesar Portillo de la Luz abreva de este magno movimiento cultural, compositor y cantante, fundador, junto a José Antonio Méndez, del “feeling”, un género de novedosos elementos expresivos en el contexto de la, también nueva, canción cubana. En este movimiento está, desde luego, Nico Rojas, Rosendo Ruiz Jr., Aida Distro, Elena Burke…

El signo distintivo está en la elaboración poética, un amplio sentido armónico y líneas melódicas de gran riqueza. Establece un diálogo lleno de realismo con el espectador por vía de las emociones y la estructura sintáctica del bolero.

Sin duda, sus creaciones son patrimonio intangible de la humanidad, sin la declaratoria cultural de la UNESCO. Sus canciones están en las mejores y grandes voces.

En el fondo creativo se aprecian influencias de sonidos ordenados, pletóricos, contundentes, amplios, podemos identificar los de Glenn Miller, particularmente en lo tímbrico y armónico; otros como, Duke Ellington, Kenton, Kostelanetz, Manuel de Falla. “… No hay bella melodía / donde no surjas tú, / ni yo quiero escucharla / si no la escuchas tú.” Una manera particular de interpretación, enérgicamente influenciada por el Jazz. Se aprecia pulcritud, acabado, adecuación entre melodía y armonía. Desarrolla su discurso melódico en el espacio que corresponde a cierto cauce armónico.

Expresa en dos líneas: amor y crítica. Lo influenció Nicolás Guillen en la simple lectura. La obra de Portillo de la Luz hace ver lo urgente que es quitar las prótesis de irresponsabilidad, frivolidad, instantaneidad. Este estilo instala una pedagogía desde la ética que reúna tres ejes: el epistémico, para una administración del saber y las emociones; el político, para administrar los consensos; el estético, para administrar las manifestaciones.“En la música todos los sentimientos vuelven al estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.” No podemos olvidar que los sentimientos hechos letras y encajados en un pentagrama, eso es música.

La música, especialmente la bohemia, el bolero, el feeling, en su cualidad de arte, incluso permite olvidar el mundo, requiere solamente un pentagrama e intérpretes llenos de emoción.Se corre el peligro, claro, de que cuando la música invade el espacio de los versos, como es el caso de “Intermezzo” de Manuel M. Ponce (si tuviera letra), los sonidos calan, golpean, profundizan en la conciencia para impactar en el corazón convocando la palabra viva. Un momento mágico, lleno de contenidos, de imágenes misteriosas y suaves que enrocan valores ontológicos.

Un atardecer, un amor, una rosa, un hijo, un nieto, el trabajo, requieren música, una escenografía acústica que dan sentido a la vivencia. La canción, la música, la sinfonía…, describe unos discursos maravillosos como una arcilla que moldea el mundo de la vida. Sin duda, el mundo requiere música, la vida necesita música, el sueño requiere música, el arte y la cultura demanda música, para clarificar las ideas y educar el gobierno de las emociones.

Sin sentimientos la música no sería música, tampoco el yo sería Yo, el ruido y el caos se apoderaría de la bóveda celeste sonidos quebrados en un pentagrama inepto, los hilvanes de la música y sus versos son los hilos del sentido. Además no tiene precio en su esencia, el mercado se apodera de ella, como lo ha hecho hasta de intangible. La música tiene sus bandas sonoras que dan armonía y contenido a la palabra, fuego purificador al pecho de las personas, le da ensueño a los sueños.

Por: Ignacio Ruelas Olvera