Vida ingrata

Estoico, sostiene su pesada cruz.

Nació hace más de 3 mil días. Hace 10 años. En Romerillo, San Juan Chamula, Chiapas. La comunidad, localizada a  10 kilómetros al nororiente del turístico San Cristóbal de las Casas, está formada por 30 familias.

La corta edad no le impide asumir orgullosamente su papel de jefe de familia, de una familia integrada por su madre Andrea Díaz Pérez, de 27 años, y tres hermanos: Daniel, Marcela y Ángel, de ocho, tres y un año de edad, respectivamente. Su padre migró hace poco a Estados Unidos.

Vive en un cuarto de adobe de escasos ocho metros cuadrados. Recubierto de cemento. Piso firme. Techo de lámina. Se construyó hace más de una década en una ladera adonde se llega por sinuoso y resbaladizo camino, a veces de barro. Le rodean milpas y árboles.

Junto a la morada deteriorada por el inexorable tiempo se ubica una construcción de palos y láminas que resguarda a las escasas gallinas y a los pocos guajolotes, y a la infaltable leña para cocinar.

Atrás está la parcela donde se siembra maíz, frijol y árboles frutales.

Nulo es el patrimonio del matrimonio Díaz Díaz. Misérrimos bienes que no sirven para remediar los ancestrales males.

El gigante de la historia de hoy forma parte de los Sisi (sí estudia, sí trabaja). Muy de mañana camina 40 minutos para llegar a la escuela Josefa Ortiz de Domínguez. En las tardes labora en el campo y acarrea leña al hogar. Juega cuando el tiempo y la fuerza le alcanzan.

No tiene televisión. Menos computadora. Tampoco usa Blackberry ni sabe de mensajitos. Está libre del autismo generado por la modernidad extrema.

El pequeño tzotzil saltó a la fama en malditas condiciones. Del anonimato a la mediática presencia. Del moderno artilugio al viejo medio de información. Del video grabado por Carlos Jiménez, camarógrafo del canal TVX de Villahermosa, a la televisión internacional. Del YouTube a los noticieros. Del municipio del Centro, Villahermosa, Tabasco, a más allá de las fronteras.

Las escenas recordaron su dolorosa existencia. Siempre ha formado parte de la geografía olvidada por el PRI, PAN, PRD, PC (hoy MC), PVEM, partidos que han gobernado Chiapas, sin que la “justicia social”, la “patria ordenada y generosa”, la “patria para todos”, el “nuevo rumbo para la Nación” y  el “amor, justicia y libertad”,  sean una realidad tangible para mejorar su paupérrima calidad de vida.

Feliciano es el menor humillado por la prepotencia. Cacheteado por la barbarie. Agredido por la intolerancia. Ofendido por el poder. Lastimado por la miseria humana. Su único pecado es el de formar parte de ese pedazo de patria donde siete de cada 10 habitantes son pobres extremos: es el México de carne y hueso.

Salió de su casa en calidad de bracero para hacer frente a las necesidades apremiantes, las carencias jamás atendidas por los ineptos gobernantes en turno. Llegó a Tabasco con el propósito de probar suerte, de comerciar los dulces y cigarros guardados en la canasta de la esperanza.

Ganarse 100 pesos diarios para comprar sus útiles y ayudar a la desposeída familia, era parte de su legítima aspiración, quizá no tan modesta como los 800 pesos bimestrales (13 pesos diarios) que le entrega el programa Oportunidades a su madre, o a lo mejor no tan ambiciosa como las percepciones de un senador, también mexicano, que recibe el salario mensual de 121 mil 700 pesos (4 mil pesos diarios), libre de impuestos, más los seguros de vida y de gastos médicos mayores.

Pero la lucha diaria de Feliciano se vio interrumpida. El prepotente inspector municipal, Juan Diego (lástima de nombre) López, obligó al frágil chamulita a tirar al piso la mercancía ofertada. Indefenso se arrodilló. Lloró impotente. Recargó su cara en el suelo, su único pañuelo para recibir las saladas lágrimas de la desdicha.  El esbirro le “incautó” los cigarros. Las ilusiones de ser un mexicano de bien, también.

El gobierno hace su parte. Propicia y orilla. Los narcos están a la caza de esas historias para cooptar a los hijos de la desgracia, en calidad de pequeños halcones (espías), como se descubrió recientemente en el municipio de Aguililla, Michoacán, santuario de Los Caballeros Templarios.

Mientras el escándalo ocurría. La solidaridad aparecía. Y el gobernador de Chiapas se desaparecía. Seguramente el joven Manuel Velasco estaba preparando con Anahí su fastuosa boda, que nada se parecerá a la pobreza extrema de los niños indígenas, empezando por Feliciano.

(La información del infante y su familia fueron tomados de la nota publicada en Reforma(28/07/13) por el reportero Edgar Hernández).

Porque alguien tiene que escribirlo: En Aguascalientes 426 mil personas se encuentran en “pobreza moderada” y 42 mil en “pobreza extrema”, es decir, que no tienen cash para comprar el alimento diario.

Siempre vendrán tiempos menores.

Mario Granados Roldan

marigra@infosel.net.mx