«Insectos en la Rutina Laboral: La Metamorfosis de la Existencia» / ¡Hasta la victoria siempre!
Aguascalientes, Noviembre 23 (2023).- “Estaba acostumbrado a soportar todo, con tal de que su familia no se preocupara.” (Franz Kafka)
Estimado lector de esta columna, quisiera que el día de hoy pudiéramos reflexionar alrededor de las ideas de un escritor brillante, autor del libros como “El proceso”, “El castillo”, “Carta al padre” y la famosa obra “La metamorfosis”, sin duda alguna hablamos de Franz Kafka.
No es un filósofo en el sentido más estricto de la palabra, pues nunca realizó una obra paradigmática, sino que por medio de la literatura abordo temas profundamente filosóficos, sus personajes siempre envueltos en el sin sentido y el caos existencial, que a uno mismo lo llevan a pensar: ¿De verdad es necesario vivir así? ¿Vale la pena vivir así?
Una de las obras que más llama la atención por la manera en que aborda la realidad de la trama es la Metamorfosis, donde Samsa, el protagonista, un buen día despierta y se enfrenta a que su cuerpo de alguna manera ha sufrido una transformación, un cambio, una metamorfosis, de un cuerpo humano a uno de un insecto gigante. Se describe así mismo como un ser con un cuerpo repulsivo y asqueroso, difícil de moverse dentro de él. Narra que no podía controlar sus múltiples patas, ni tampoco tenía control sobre la posición en la que quería estar. Es una situación angustiante la que describe el ahora insecto: incomodo, sin movimiento, confundido, sin el control. La vida misma se derrumba ante tus ojos pues todo lo que conocía como “mundo” ha cambiado para siempre junto con tu cuerpo. Ya no hay más sensaciones humanas, ni caricias suaves ni besos cálidos, ya no hay flexibilidad en su cuerpo; todo es rigidez y sin forma.
EL protagonista nota estos cambios pero su preocupación en ese momento no es la existencia misma. La contemplación de su propio cuerpo queda en segundo plano cuando se da cuenta que es hora de ir a trabajar. Radicalmente cambia su atención hacia la idea de lo que su jefe pudiera pensar de él ahora que se presenta a trabajar con su nuevo cuerpo. Le resulta imposible pensar que podía reportarse como enfermo, le resulta imposible siquiera considerar la idea de quedarse en cama. La angustia aumenta al ver correr el reloj, ya que si pasan de las 7 de la mañana, irremediablemente llegaría tarde, retrasando cada actividad que tenía que desarrollar.
¡Que absurdo es Samsa! Grita uno hacia sus adentros al leer semejante cosa. ¿No se da cuenta que su cuerpo ha cambiado y que no sabe si volverá a ser como antes? ¿No se percata que de ahora en adelante la vida no será igual? ¿No se da cuenta que sus relaciones familiares nunca volverán a ser las mismas? ¿No se da cuenta que su salud no volverá a ser la misma?
¿Alguna vez alguien se ha sentido así? Con el cuerpo paralizado, con el ánimo agitado y confundido, sin fuerza para levantarse. Pero el reloj marca ya las 4 de la mañana, es hora de levantarse para regresar a la misma actividad laboral. Todo el cuerpo se niega a colaborar y la mente, entre múltiples quejas, se ve vencida por el pensamiento de que si no toma el camión de las 5:30 va a perder el premio de puntualidad.- ‘Son 500 que me quitan de la nómina, aparte de la regañada de mi jefe, ¡Capaz y me regresa! y sin esos 500 ya no alcance para la semana’, piensa el trabajador, sintiendo que su cuerpo ha nacido y se ha desarrollado solo para trabajar.
Y así cada día, de lunes a sábado: una tremenda lucha existencial para intentar justificar que aquello que nos lleva alimentos a la mesa tiene de alguna manera un sentido trascendente. Las empresas se esfuerzan en hacer ver a sus empleados que el tornillo de la puerta izquierda del auto que se importará a Canadá forma parte de una gran cadena de “¿¡Innovación que transforma el mundo!?”. Y que es parte de una comunidad y familia empresarial. El trabajador consiente se da cuenta que eso es una tremenda mentira, pero que no puede hacer otra cosa más que seguir produciendo.
Uno aguanta lo que sea por la familia, por los hijos. Y murió a los 80 años, “trabajó hasta el último día de su vida” recordará la gente de nosotros, como si nos colocara una medalla de mártir en el pecho digna de ser valorada por los demás.
Entre más se adopta la identidad de ser alguien que solo existe para producir, se experimenta una profunda desconexión con el verdadero propósito personal, aquel que otorgaría la plenitud.
Reflexionemos sobre como constantemente nuestro contexto nos va empujando a adoptar roles sumamente monótonos, sin sentido trascendente para nosotros, que son absorbentes y que consumen nuestra energía y pensamientos. No dejemos de luchar para buscar ser libres, para dar el justo valor a la vida laboral, entendiendo que no somos seres hechos para la producción, sino para el desarrollo y la evolución.
Lic. Oscar Roberto Valadez Vázquez. Filósofo, director del Café Filosófico «Estoicos – Hedonistas» en Creatoria, conductor del programa “La Taberna», fundador de «In Taberna Quando Sumus», y estudiante de Derecho.