El parto de la dignidad / Ruelas

Aguascalientes, Diciembre 14 (2021).- Dignidad del latín en “dignĭtas”. Se refiere al valor del individuo como ser humano. Podemos interpretar que esa condición debe ser respetada y en ningún caso nadie merece más respeto o consideración que otros. La dignidad no depende de poder, importancia, blasones…, observa el adjetivo “dignus”, digno, de donde resultan indigno, dignarse… Kant distingue “entre precio y dignidad”; el precio está en el intercambio natural del mercado; lo que transciende los precios, lo que no admite equivalencias es la dignidad, lo in-canjeable. En ejercicio de libertad una persona en campaña puede pagar que la boleta electoral se convierta en voto a su favor, la boleta es cosa, la hace vendible, pero el voto no es vendible constitucional y legalmente, el electorado no puede ceder su dignidad política, que no tiene justiprecio posible. ¿Quién pisotea la dignidad?

La dignidad es virtud inexpropiable, un comportamiento digno que se corresponde, que está en consonancia con el mérito, debe resistir a todo; empero, es una palabra que a fuerza de uso indiscriminado pierde su sentido, una manera irresponsable manera de no hacerse cargo de lo dicho. Es en la ilustración cuando se condesciende como una pertenencia humana a la luz del convencimiento. Ahora, la dignidad hace crisol en la otredad, el Otro reconoce la calidad de digno. Concede una virtud incondicional no sujeta a convenios.

La dignidad se democratiza, deja su mácula moral, de la pasividad a la acción, a los comportamientos políticos de los pueblos. La dignidad democrática aparece en el hecho por el cual se reciben derechos, que no dependen del poder económico, intelectual, político…, la dignidad ES ineludible, duradera, intocable, ES merecida, el Estado y la estadidad son deudores siempre. ¡La misma dignidad para todas y todos! Es penosamente violada en crecimientos exponenciales. La in-dignidad es reclamo contra las arbitrariedades e injusticias. Las contradicciones, por un lado, la dignidad como valor, derecho, virtud y, por otro, su revocación. La asignatura que construye la cartografía de la dignidad lo hace con los materiales de la cultura, mediante relaciones libres y respetuosas; no es un sustantivo, ES calidad ontológica que da capacidad para ser digno.

La política electoral es la ruta de obtener y mantener el poder, en esa tesitura la dignidad se confronta sin equívocos con los abusos políticos, no es solo una instancia social, esencialmente es fundamento en el emérito que contiene carácter personal, está vinculada al “éthos”. El poder, en todos sus rostros, no escortes con ella, la manipula con posverdades, mediante manipulación ideológica imperativa, con las sentencias discursivas de la política, que hacen florilegios de la libertad para los más, “prohibido prohibir”, es una sentencia metafórica, en estricta lógica se los dice a los encadenados un yo que supone tener siempre la razón.

La dignidad permite hacernos cargo de obra, pensamiento y omisiones, dar cuentas de conciencia y autenticidad, querer la libertad y hacer el bien. La ingeniería civil de la dignidad es decidir por sí mismos SER, HACER, ESTAR, esa capacidad se sostiene en la razón. Lo que está partido se le ha dificultado asumir dignidad, por una razón simple, no tienen la capacidad de decidir en solitario, se tienen que poner en discusión, enfrentarlo a los pares; depende del respeto, cuando se pierde, nace la violencia como razón del yo y olvido del Otro. Su sístole y su diástole es, sin la menor duda, la comprensión, esa facultad que pone las cosas en orden y abre la puerta a la libertad. Algunos “no lo podrán entender es muy complejo.”

Las ideologías se nos imponen como malignos de películas de miedo y violencia, con ello subsumen la dignidad en sub-ideologías que hoy atentan contra la vida compartida solidaria y virtuosa para entronizar las ideas unilaterales del poder. Proponen un puerto de llegada a “un estadio de vida material y espiritual”, lo hacen desde campañas electorales y en el ejercicio del poder público, empero, nunca cuestionan si el “pueblo bueno” quiere estar en ese estadio, una forma irrespetuosa e indigna. No aceptan la disidencia, ni la pluralidad, ni respetan los derechos de libertad. Antes de responsabilidad dignidad es fundamento constitucional. Derecho que desgraciadamente desde el poder, algunos carecen de lentes para “cumplir y hacer cumplir”.

La buena política es camino de dignidad compartida. Es la hora de concluir con los aforismos engañosos y deleznables, como aquello que “… el poder no se comparte se ejerce, las mayorías mandan…”. Está señalada la hora de cancelar el silencio y la resignación política, es preciso encontrar nuevos significados de la dignidad, de lo contrario el olvido del “pueblo bueno” seguirá dándole existencia discursiva, una realidad lacerante: el “panóptico” de obediencia y vigilancia. La dignidad nace cuando nos proponemos como personas que nazca en el “YO” autentico de cada una y uno.