Opiniones 

22:22 / Analogías

Aguascalientes, Marzo 14 (2022).- Estimado lector: En esta ocasión no escribiré sobre finanzas personales. Hoy no leerás nada que tenga relación con el dinero y su implicación en el día a día. En su lugar, esta columna va encaminada a una corriente filosófica pregonada desde hace casi 100 años, el existencialismo.

Resulta que el sábado 12 del presente acudí al teatro Aguascalientes. Confieso que asistí como medida de ocio solamente, puesto que nunca leí siquiera la sinopsis de lo que se trataba la obra en cuestión. El actor protagónico, Odin Dupeyron, mismo que escribe, produce y actúa, me era conocido en su nombre, pero no me di a la tarea de investigar más al respecto, simplemente decidí ir a verle en vivo y en directo. Ese día había dos funciones de dos obras distintas, una a las 4 p.m. titulada “A vivir” y otra a las 8:30 p.m. de nombre “22:22”. Me acomodó más la segunda, no por el titulo o la temática sino por el horario.

Llegué unos diez minutos antes de la hora programada, esperé veinte más antes de que se levantara el telón. Y ahí estaba una deprimida mujer narrando en primera persona su trágico estado anímico, su desesperación, grabando su voz en un aparato para evidenciar su último razonamiento, sus últimas palabras y voluntades antes de terminar con su vida, de tirar la toalla para siempre.

Una mujer de la mediana edad, 44 años para ser exactos, prepara su última actuación en el mundo de los vivos. En el silencio y soledad de su habitación alista su sencillo atuendo, un vestido negro, para ser utilizado una vez haya conseguido su cometido. Ingiere botox, sustancia que paralizará los músculos y dará como resultado la interrupción cardiaca y respiratoria. No hay marcha atrás, no se puede interrumpir el plan final.

Poco a poco la sustancia ingerida pasa por todo su cuerpo, ocasionándole una tos incontenible, una molestia considerable. Segundos largos y desesperantes que la hacen retorcerse de ansiedad y desesperación ante la agonía final. Así, termina postrada boca abajo en su colchón, con la cabeza en donde algún día estuvieron los pies al descansar en las noches, y de espaldas a la audiencia con el brazo estirado.

Acto seguido, un ser de energía denominado ATT, quien le asistirá a la difunta en su paso o transición entre el mundo de los vivos y los muertos. En su forma encarnada de hombre, el ATT tiene la labor de documentar lo ocurrido, llenar el expediente de su corta existencia para poder decretar su muerte, misma que ocurre justamente a las 22:22 horas.

Es ese diálogo entre ambos, difunta y ATT, que se desarrolla la obra. Un ir y venir sobre la historia de vida de la fallecida, de las razones que la orillan a decidir terminar con su existencia. Es tan profunda la charla que se vuelve filosófica puesto que llega a lo más hondo del ser y su paso por la tierra. El ATT es un espejo que hace que la occisa llegue a concluir, a darse cuenta, de que su decisión fue equivocada, de que tenía 50 años más por vivir y que se perdería de muchos momentos únicos con sus hijos gemelos a quienes no volverá a ver jamás.

En los últimos minutos de la obra, la protagonista pide detener lo ocurrido, revertir los hechos y que le sea dada la oportunidad de volver al mundo de los vivos; ante la negativa del ATT, al menos solicita le sean revelados más detalles sobre esos 50 años que le restaban por pasar. A regañadientes le son desdibujadas algunas escenas sobre el devenir del que fuera su esposo y su nueva pareja, así como la brillante carrera como bailarín de uno de sus retoños.

Las decisiones tienen consecuencias y son irreversibles, nos hacen concluir al final. Una vez que la suerte está echada ya no hay retorno. La mujer quiso terminar con su vida y tomar una decisión definitiva ante problemas temporales, ese fue el meollo del todo en la obra.

Sin lugar a dudas es un guión brillante y una puesta en escena sobria en cuento a pomposidad, pero no la necesita puesto que los actores llenan con creces el escenario, no requieren más que de sus diálogos para crear la atmósfera deseada de enganchar a la audiencia.

Uno de los precursores de la corriente existencialista es sin duda el doctor Víktor Frankl, neurólogo, psiquiatra y filósofo austriaco, fundador de la corriente de la logoterapia. Proveniente de la tradición judía, el doctor Frankl sobrevivió a los campos de concentración durante los años de 1942 a 1945. En su tesis más conocida, el Hombre en busca de sentido, describe su paso por el que atravesaron cientos de miles de personas en la ofensiva de supremacía aria alemán. Observa cómo algunos cautivos morían primero de espíritu ante la desesperanza y luego en físico por el  abandono a sí mismos. Concluye una de sus máximas ante los hallazgos observados y vividos: “Quién tiene un por qué para vivir, encontrará siempre el cómo”. De ahí que es indispensable el que las personas tengan una o varias razones que las animen a seguir adelante a pesar de las dificultades que la vida les presente.    

Para Aguascalientes, un estado que tiene los mayores índices en alcoholismo, depresión y suicidios per cápita del país, la temática me parece más que apropiada para la creación de conciencia, para la reflexión y la valoración por el máximo milagro del que somos acreedores, la vida misma.

Si no tuviste la oportunidad de ver esta obra, espero en algún momento la consigas en un futuro no muy distante, bien vale cada minuto. Si estás pasando por un mal momento o algún ser querido está atravesando por ello, por favor, busca ayuda, todo tiene solución menos la muerte.