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Pascua de resurrección: fracaso o redención de la política

Llegó la celebración de la semana santa 2017. Al calendario litúrgico se ajustaron, como es histórica tradición, los calendarios escolar, laboral y político. A pesar de las fluctuantes confrontaciones que se dan entre religión y política, tanto la Navidad como ahora la Pascua de Resurrección, se convierten en espacios excepcionales de diálogo al seno de la vida de la sociedad.

Los ciudadanos son los que resienten de manera directa los efectos de la frecuente confrontación, ya que tanto los pastores de la religión como los de la política, están en constante acción de defensa de los intereses propios de su poder, y pocas veces lo hacen en defensa de los intereses de los ciudadanos. El punto clave de la confrontación se traduce en la demanda de separación de uno y otro campo, para que los sacerdotes de la religión no interfieran en las decisiones de los sacerdotes de la política, y viceversa.

Los ciudadanos nos preguntamos si esos ámbitos -de por sí distintos- tienen puntos de coincidencia y de confluencia. La búsqueda de la respuesta nos lleva a observar que el objeto de la función desarrollada por la acción de cada uno de estos ministerios, de la religión y de la política, es el mismo; es decir, ser servidores de la sociedad y trabajar para ella.

Por otro lado, tanto la jerarquía religiosa como la política, son, a la vez, objetos de la acción entrecruzada del otro; lo acepten o no, los religiosos están dentro del marco de acción de los políticos y padecen su regulación, y viceversa también. Ambos viven las creencias políticas y religiosas. Entonces, la celebración de la Pascua tiene un importante significado para todos, funcionarios religiosos y políticos y también los ciudadanos, a partir de ese punto de confluencia ya generalizado, como es el de servir a los otros.

El elemento central del significado de la pascua es el ‘paso’ de una circunstancia a otra: una primera y referencial pascua, fue la salida del pueblo de Israel de Egipto; la segunda es la celebración del Nuevo Testamento, como fue la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Aparentemente, ninguna de las dos pascuas, en rigor, tendría algo que ver con nosotros y nuestro tiempo, si no fuera porque las dos tienen efectos globales: la primera pascua se convirtió en la bandera de la libertad, en contra de la esclavitud; la segunda, en la redención de todas las circunstancias que esclavizan al hombre y a la sociedad, incluida la política.

La Pascua de Jesús la entendemos a partir del mensaje evangélico que dio a la sociedad, y que, posteriormente, se convirtió en el motivo de su pasión y muerte, que se resume en dos puntos: servir a los ciudadanos y trabajar por su liberación total. El servicio a los demás y la liberación, a partir de ahora, son la nueva circunstancia que todos debemos vivir, ministros religiosos y políticos y ciudadanos.

El Papa Francisco destacó cómo Jesús, siendo “el jefe”, siendo “Dios” lava los pies a sus discípulos.

“Eso de lavar los pies era una tradición que se hacía en la época, antes de los almuerzos y las comidas, porque era gente que venía del camino y estaba sucia, con polvo del camino. Uno de los gestos para recibir una persona en casa era lavarle los pies, pero esto lo hacían los esclavos… Jesús lo hizo así. Simón Pedro no quería hacerlo, pero Jesús le explicó que era así, que Él había venido al mundo para servir, para servirnos, para hacerse esclavo para nosotros, para dar la vida por nosotros y amar hasta el final”. Continuó el Papa Francisco en su visita a la Prisión de Paliano, a 70 kilómetros de Roma, “no os digo que hoy vayáis los unos a los otros a lavaros los pies, pero el símbolo, la figura sí. Pido que, si podéis realizar alguna ayuda, un servicio a tu compañero aquí en cárcel, lo hagáis porque esto es amor, esto es como lavar los pies, ser siervo de los otros… Una vez los discípulos discutieron entre ellos sobre quién era el más grande, el más importante. Y Jesús dijo: ‘el que quiera ser más importante debe hacerse el más pequeño y el servidor de todos’”, concluyó el Papa (Tomado de Aciprensa, en la red, 13 abril).

Entonces, ¿en qué condiciones está hoy la política como servicio? Pareciera que la respuesta inmediata que viene a nuestra mente es que la política y la democracia las padecemos como un fracaso. Sin embargo, es necesario concretar el sentido de la celebración de la pascua para que tenga el efecto de redención: muere la falsa política, que esclaviza a los ciudadanos, y resucita la sociedad libre, como debe ser.

¿Cómo sucede hoy la redención de la política? Como lo dijo Jesús: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la destruye; y el que desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna (Evangelio de San Juan 12, 23-25).

El yo del político, como del religioso, debe morir para que pueda dar fruto; esta será la redención de la política.