Las urnas mandaron pero…

El pasado referendo político nos da un indicador: ser una sociedad extraña. La razón es por una política del desencanto. A nadie le importa nada. Las campañas se acogieron a formatos rígidos y a destiempo.Las redes sociales fueron el foro del chisme y la diatriba; las tecnologías de la comunicación se abrazaron al dolo y la manipulación; el diálogo se transformó en monólogos. Lo mismo se canceló reuniones programadas que se vivieron interferencias ajenas a los actores políticos; esta es precisamente la dosis de desencanto.

Pero un activo deja la elección: el cuerpo electoral decidió con claridad, a pesar de todo. En política se gana y se pierde con la misma intensidad. El error mayúsculo es considerar que el elector es un imbécil. Demasiada soberbia de los vendedores de futuro, los burujos de la posmodernidad acamparon en la frivolidad política, demoscópicos mitómanos presentaron sus gráficos predictivos indignos, hicieron el daño y se llenaron los bolsillos de dinero.

En tanto los actores no sean actores políticos de verdad, la sociedad les será un territorio extraño. En consecuencia la práctica política será una forma objetiva de la decadencia. Cierre Usted los ojos y recuerde los discursos de las campañas recientes, consignas ocurrentes dichas en futuro, sin presentar la cartografía de los “cómos”, sin método ético en el discurso, sin sentido humano, lo más grave sin cultura.

La algarabía de una fiesta sin compromiso, un pueblo silenteporque fue desposeído de su palabra, pero más grave aún, lejos pero lejos de la toma de decisiones. Una prueba irrefutable son las frustraciones populares, por un lado; por otro los votos nulos y en blanco que simbolizan el repudio a la oferta política; ¡ah! Por supuesto una severa crisis de militancia e ideología.

Otra evaluación es el escándalo en que se convirtió las campañas electorales, la vida privada fue eje de la propaganda ante la ausencia de propuesta seria. Las circunstancias de la vida privada suplió el debate que le negó la “comprometida barra de programas” de las frecuencias oficiales. Lo público se retiró de las campañas, con ello se magnificó el desinterés de los electores.

El safio argumento de lo frívolo fue la cara de los espectaculares, el discurso comprometido fue sustituido por cancioncillas, la acción política fue suplantada por dádivas, despensas, materiales básicos de la construcción y el siempre presente “chayote”. Los problemas colectivos, responsabilidad de los gobiernos constituidos, no merecieron el debate público, lamentable razón que lleva la toma de los acuerdos a recintos que no son los adecuados para la democracia.

Sin duda, el déficit es la falta de una pedagogía política por parte de los actores. No han sabido explicar el sentido de Libertad, ser libres en medio de una norma colectiva pero con la certidumbre que la libertad está puesta al servicio del otro. Libertad que señala el camino de respeto al otro en la discusión, inclusión en el debate, un marco de libertades en donde haya avenidas claras y seguras para la deliberación. Esa Libertad es el eje de la efectiva representatividad popular.

Las elecciones con certidumbre son mala señal, la incertidumbre es base de un proceso democrático, al final gana quien obtiene el mayor número de votos, esto es, la incertidumbre electoral es el mejor síntoma de un régimen comicial. Empero, la incertidumbre social debe ser atendida con el incremento de la libertad, que la educación sea garante de la calidad democrática, la cultura acompaña la salida de la minoridad, de la miseria personal y del cinismo que engendra la mala política.

La organización política no es el hilo negro, es simple, pero requiere voluntad, prudencia y amor por Aguascalientes. La familia, la vida privada es clave, la política la debe empoderar y honrar. Los espacios privados de la discusión, el espacio del encuentro, donde se hace la asociación, donde se gesta la aventura de emprender. Los espacios públicos, la zona del colectivo, lugar donde está el poder del Estado, donde se forjan y sobreviven las instituciones.

Estos espacios heterónomos son la base del quehacer político, el sitio que nos llama a una arremetida de corazones ciudadanos para lograr una mejor convivencia. Por ello es fundamental que coexistan de manera armónica, la familia, la sociedad, la política. Es en estas instancias donde se fragua la esperanza acá en la tierra, es la ciudad de las Mujeres y los Hombres.

Sinteticemos: la quiebra de las campañas fue el poco conocimiento de la política, falla epistémica; falta de saber manifestar, es decir, el valor de la comunicación, falla estética; raquítica experiencia de saber llegar a un acuerdo, falla política; descuido de la libertad, confusiones de lo público y lo privado, desencanto del pueblo con los partidos, mala administración de la autonomía ciudadana y de las entidades de interés público. Todo ello desarticula al pueblo y extravía su destino.

Por: Ignacio Ruelas Olvera