Estamos Unidos Mexicanos

Hace cuatro décadas y un quinquenio, de la mano de mis padres y en compañía de mi hermana y hermanos, conocí por primera ocasión el Sueño Americano. Viaje inolvidable de la familia para visitar la Hemisfair celebrada en San Antonio, Texas, en 1968.

Después, con el tiempo y algunos dólares ahorrados, descubriría la majestuosidad de la Gran Manzana, el encanto de Ocean Drive, el impresionante centro de los viajes espaciales, la inmensidad de Disneyland, los Estudios Universal, la Paramount, Rodeo Drive sin su Pretty Woman; y confirmaría su afición por el hot dog, muy por encima de la hamburguesa.

Acepto sin limitaciones que I love you a los estadunidenses. Son lo máximo. Grandiosos como la Tierra. Luminosos como el sol. Intensos como la alcaldesa Lorena Martínez. Poderosos como el Messi del Barcelona. Devastadores como los huracanes Ingrid y Manuel. Queridos como María la del Barrio. Odiados como la Reforma Hacendaria. Admirados como La Piedad de Miguel Ángel. Y profesionales para espiar a los gobiernos extranjeros, como si fueran novios desconfiados.

El Tío Sam es un familiar del primer mundo. Muy apreciado. Más admirado. Sus barbas de chivo destilan armonía, bondad, amor filial y, sobre todo, protección para sus desvalidos sobrinos aztecas de la Selección Nacional de futbol, caídos en la desgracia por la irresponsabilidad de los propietarios, directivos, cuerpo técnico, jugadores, patrocinadores y televisoras, artífices del fracaso deportivo y usufructuarios del millonario negocio, hoy a punto de perderse por el autogol.

Amo a los Klinnsman, Zusi, Johannson y demás integrantes del trasatlántico de las doradas barras y radiantes estrellas; le ganaron a Panamá con ese toque mágico, dramático, espectacular, que sólo los padres de los efectos especiales saben hacer. La Federación Mexicana de Futbol está obligada a regalarles una casita de interés social, al menos, para continuar el Convive Feliz entre las dos naciones.

Los rabanitos izquierdazos (rojos por fuera y blancos por dentro), habitantes del caprichoso mundo de la geografía política, debieran hacer a un lado rencores de antaño y prepotencias mal entendidas; reconocer, finalmente, que los gringos son buena onda, nobles y leales, aunque, eso sí, medios lentos para corresponder a las atenciones recibidas, con la incorporación -nada de invasión, por favor- de los estados de la Alta California y Nuevo México, a la Unión Americana, pero bueno, nunca es tarde para extender los brazos, ofrecer el abrazo, aceptar el regalo futbolístico, cantar al unísono el God Bless America (Dios bendiga América), y firmar una indisoluble sociedad, sin el petróleo de por medio, claro.

La selección será salvada, supuestamente, por el súper insecto hemíptero, anopluro, gesticulador, explosivo, de cuerpo ovalado y dos milímetros de largo; los ratones verdes se transforman en los piojos verdes de Miguel Herrera, quien ganaría 150 mil o 200 mil dólares en caso de clasificar: esto quiere decir que se embolsaría 14 mil 444 pesos por cada segundo de dirección técnica, para un total de 2.6 millones de pesos (El Universal, 19/10/13).

El fatal desenlace vendrá en el revolucionario mes de noviembre. Veremos qué tanta sangre le chupan los Piojos a los Kiwis, sus adversarios en el repechaje, la “última liquidación de temporada”, dice Juan Villoro, el periodista y escritor de excelencia.

Los adorados primos deberían darnos la segunda y última ayudadita para acompañarlos a Brasil, con algún leve bloqueo económico o una pequeñita invasión a Nueva Zelanda.

A cambio les ofrecemos modificar el nombre al país, por Estamos Unidos Mexicanos, y obsequiarles a Gio, Aquino, el ChicharitoPacomemo Ochoa y otros fantasmas de las canchas, para su próximo halloween, al fin, ellos hacen algunas travesuras y muchos destrozos. Comprobado.

El pecado original se lava con las aguas del bautismo. La mediocridad no se quita ni yendo a bailar a Chalma.

Porque alguien tiene que escribirlo: La Selección Nacional, perdón, el América, le empató a mi amado Cruz Azul, quien generosamente guardó el estruendoso silbato y la poderosa fuerza motriz, para contribuir al buen ánimo de los Piojitos, los nuevos nietos de Jorge Vergara, dueño de la Chivas del Guadalajara, hoy convertido en el utilero de las Águilas. Ya no hay moral.

Por: Mario Granados

marigra@terra.com.mx