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El PRI, ¿ejemplo de política y democracia en México?

El pasado martes 12 de julio, Enrique Ochoa tomó protesta como nuevo presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional, PRI. El viernes anterior el partido dio a conocer la convocatoria para la sustitución de su presidente Manlio Fabio Beltrones, quien renunció con motivo de los resultados logrados en las elecciones del 5 de junio, señalando el lunes 11 para el registro de candidatos, y el 12 para la celebración de la sesión del Consejo Político Nacional, responsable de designar al sustituto y de recibir la protesta del nuevo presidente. Resultó asombroso que los millones de militantes del partido en todo el país se pusieran rápidamente de acuerdo, en una semana, y sin oposición ni cuestionamiento (salvo Ulises Ruíz, ex gobernador de Oaxaca), para que el Director de la Comisión Federal de Electricidad fuera el presidente nacional de su partido.

Es oportuno preguntarse el por qué es tan importante para la sociedad mexicana la vida interna del PRI -mostrado de esta forma por los principales medios de comunicación nacional, en razón de la atención que dan a estos sucesos con espacios de noticias y comentarios-. Resultan interesantes los análisis vertidos por estas empresas de medios de comunicación, sobre por qué se va un presidente, o llega otro, o por qué perdió las elecciones tales, señalando de esta manera lo mucho que les importa lo que suceda con el partido, y si gana o no las elecciones de gobernador o las presidenciales.

La importancia del PRI para la sociedad mexicana radica, entre otros puntos, en que fue el primer partido político creado en la etapa histórica posrevolucionaria (oficialmente, ya que el Partido

Comunista nació diez años antes); fue el partido ‘ejemplo y prototipo’ para la vida política del país y para los ciudadanos -era lo que veían-, y para los partidos políticos que se formarían en los tiempos siguientes, que tomaron y reprodujeron algunos elementos de conducta, no obstante diferencias fundamentales que veremos líneas adelante. Fue el partido que forjó la ‘mecánica de trabajo’ con los diferentes niveles de gobierno, que fue reconocido y aplaudido -en general- por la sociedad mexicana del siglo XX, por el progreso que trajo para todos (no había todavía otros partidos políticos que pudiera mostrar en el ejercicio partidista y de gobierno, otras formas para hacer las cosas).

La visión política de la sociedad mexicana del Siglo XX se formó y educó teniendo al PRI como cultivador de la política y de los gobiernos, considerando estas formas como normales y aceptables. De ahí que resulta oportuno revisar su historia para poder establecer elementos que todavía hoy explican esa forma de ser.

El Partido Nacional Revolucionario, hoy PRI, nace, en los hechos, como una dependencia más del Gobierno de la República, en 1929. Es la clase política revolucionaria, encabezada por el entonces Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles, la que da origen al partido político; su existencia y desarrollo sucedió bajo las órdenes de los presidentes de México.

El estudioso de la administración pública de México, José Mijares Palencia, consigna en su obra “El gobierno mexicano. Su organización y funcionamiento”, publicada en 1936, que el PNR es una organización política integrada a la administración pública como organismo público, junto con la Beneficencia Pública, la Universidad Nacional de México y la Dirección General de Pensiones Civiles de Retiro (citado por José Juan Sánchez González en su obra “Historia del estudio de la administración pública en México”, Serie Políticas Públicas, 2009, LX Legislatura de la Cámara de Diputados, página 271, tomado de la Red).

Dice Mijares “Este trabajo es una sencilla aportación literaria de índole técnica-descriptiva, producto de la sincera animación de colaboración real y modestamente para que nuestro pueblo cuente con un medio informativo, amplio y completo, de lo que en sí es el gobierno mexicano, su organización y funcionamiento, complementado de esta manera las nociones que acerca del mismo se adquiere en las aulas escolares, por el frecuente trato de negocios de las oficinas públicas o por la participación ciudadana en las actividades cívicas” (textual, tomado de la misma obra citada, página 270). Es, por lo tanto, la organización y funcionamiento del gobierno mexicano, para que el pueblo lo conozca desde las aulas escolares, para la participación ciudadana en las actividades cívico-políticas y electorales.

Es, entonces, una gran diferencia con los partidos políticos que nacieron en el espacio de la sociedad civil, como oposición al gobierno y a su dependencia llamada PRI (son partidos, como el PAN o el PRD, que viven incipientes grados de democracia interna, y que cuando tienen que renovar sus dirigencias, padecen notables conflictos, logrando ponerse de acuerdo con dificultad).

Esta época llega a su fin con el inicio de la reforma política de 1977, cuando ya se vuelve insostenible que ese partido siga fungiendo como dependencia gubernamental, operando con los beneficios que ese estatus le dio durante décadas.

No obstante, todavía hoy el PRI conserva características propias de su larga etapa hegemónica, particularmente ahora que regresó a la presidencia de la república. Una de ellas es la forma como renueva sus dirigencias: es nuevamente el Presidente de la República, Enrique Peña, o el Gobernador de un Estado, como Aguascalientes, el que designa a su presidente.

¿Por qué preguntarse acerca de si el PRI es ejemplo de política y de democracia en México, observando que, realmente, no lo es? Una respuesta sencilla: porque en sus discursos políticos, efectivamente, se muestra como un ejemplo de política y de democracia. Sin embargo, en los hechos, es extremadamente difícil que una militancia de tantos millones de personas, acepte, sin cuestionar, la nominación y elección de su presidente nacional. Además, sería ingenuo pensar que el Presidente Peña, como el Gobernador Carlos Lozano en Aguascalientes, no hayan sido los que llevaron a cabo las designaciones de las dirigencias de su partido.

Es tiempo ya de ver las cosas políticas como son, llamarlas por su nombre y evitar el autoengaño.