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Debates 2018

Aristóteles en sus estudios y reflexiones posiciona la retórica como cultivo de saber dialéctico. Nos enseñó algo que parece hemos olvidado, “la función esencial de la retórica no es persuadir, sino encontrar los medios de persuasión para cualquier argumento”, un acontecimiento entre retórica y política. Aristóteles atiende el discurso y las partes que les asigna, su reflexión, quién, de qué, a quién; se refirió a el orador, el mensaje y al auditorio.

El orador, Aristóteles sentó las bases de la didáctica y la praxis por vía de “éthos y páthos”, es decir, el carácter y las pasiones que suscitan. Esa escuela cualifica la retórica y el componente moral. El retórico le asistían virtudes que cultivaba por vía del saber. En su tercer libro de la Retórica, nos enseña de la expresión, la disposición de los interlocutores, los argumentos y la declamación. Después del estagirita fue considerada la memoria.

El discurso deliberativo y judicial, en estos, la asamblea y los jueces juegan un papel estelar; en el caso del deliberativo las palabras del orador se ubican en el futuro, señala lo recomendable y lo perjudicial; en el judicial, el juzgador se sitúa en pro o en contra del acusado. En el “epideíctico” o demostrativo que versa sobre lo bello o su contrario, el papel del auditorio se restringe a la emisión de juicios sobre las bondades o defectos exhibidos
por el orador. La argumentación en tratándose de la política considera el lenguaje, la práctica y la enseñanza. En esas vertientes se procura la cualidad como dignificación de principios, medios y fines. La política requiere argumentos, ideas, propuestas, no metafísicas sino acordes a lo común.

Platón, opone a la persuasión política el carácter democrático, por vía de elementos artísticos que llevan al auditorio, hacia lo bello y lo bueno. Propone una retórica metafísica, en el tono de la filosofía, esto es fuera de lo político. Empero, el arte de la palabra sigue siendo eje esencial en lo político. Aristóteles busca reducir la retórica a la argumentación referida a las controversias en los tribunales, las asambleas y las reuniones cívicas. Con ello impulsa una retórica política en la que debate se construye en los elementos éticos y patéticos.

Siglos después nos encontramos la comunicación política, a la mitad del siglo XX tenemos las revisiones y críticas de los estudios electorales realizados en Estados Unidos, en el marco de un novedoso esquema en el que, prensa, radio, cine y televisión juegan un papel importante en lo político. Encontramos metodologías complejas que posibilitan la medición de los impactos al cuerpo electoral. El debate Kennedy – Nixon en 1960 muestra un hito: imágenes versus realidad. Se revisa el discurso de los contendientes sus posicionamientos y la concordancia con sus valores.

A partir de entonces los medios de comunicación son un factor significativo y eficaz en la consideración de cómo actúan, cómo se comportan las personas y cómo los valoran las audiencias por razón de su forma de pensar y actuar.

En México en 1994, se transmitió por primera vez un debate presidencial muy ligado al modelo de Estados Unidos. Un tsunami, se vino a cuestas una comunicación política y estrategias de comunicación que siguieron hasta la transición democrática, con un modelo de comunicación política esencial en los procesos electorales con una nueva vena los sondeos de opinión y las encuestas, cínicamente propagandísticos.

El debate 2018 nos da la lección de que el modelo de comunicación política no es en este formato. Funcionó cuando los medios de comunicación no existían y los argumentos rodaban como bola de nieve. La locación no fue la ideal, solo vimos paredes con humedad y rigidez de candidatos. La UNAM, debemos acreditarlo, sí está comprometida con México, ofreció sus espacios en una clara interpretación de la autonomía. El monopolio de la verdad única ya no está en la voz de dos televisoras ni sus grupos de poder fáctico. Lamentablemente no se debatieron propuestas. El escenario reflejó la relación corrupción – país. La fiesta de la palabra fue demostrar quién es menos corrupto, se restringió la capacidad argumentativa.

La tormenta de encuestas pervertidoras de la probabilidad y la estadística han incidido en el nivel pobre del debate. Un candidato con el 48% de las “preferencias” cancela el debate y cancela las instituciones administradoras, penales y jurisdiccionales, pues no tiene razón de ser cuando la encuesta ya determinó quien gana. Una fuerte lluvia de ocurrencias verbales y poco creativas: “… militarizar la preparatorias,… me están echando montón,… si AMLO se desmaya no vuelve en sí, vuelve en no,… cortarle la mano a los malos… una madre analfabeta con un hijo gobernador,… te voy a defender de Trump,… ya mandé ofrecer al avión a Trump… ” Una prueba clara, nadie fue capaz de ordenar quitar el cartelito del Bronco, rompió las reglas, ¿temor al TEPJF?

Por: Ignacio Ruelas Olvera