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Cambio de siglas del PRI / Hablemos en serio

El partido hegemónico que gobernó al país durante 77 años, contando los sexenios de 1929 al 2000 y de 2012 a 2018, vive sus momentos más agónicos y difíciles en toda su historia. El ‘tsunami’ electoral del 01 de julio parece colapsar uno de sus últimos pilares que aún lo sostienen, cuando menos en el imaginario colectivo del pueblo mexicano.

La identidad de este organismo político, que lograra aglutinar las diversas corrientes revolucionarias y post revolucionarias, está en entredicho, pues la mayoría de sus militantes, incluido el presidente de México, son quienes plantean de manera seria, un cambio de siglas.

Y para acabarla de amolar, diría mi abuelita, el Grupo Parlamentario de Morena en el Senado de la República, presentó de manera reciente una iniciativa para prohibir que ningún partido político utilice los colores que son propios de la identidad de la Bandera Nacional.

Félix Salgado Macedonio, Senador de Morena, consideró “ofensivo para los mexicanos, que un partido, independientemente de que se llame PRI, utilice los colores del lábaro patrio”.

Estas acciones indican que el PRI viviría sus últimas horas bajo esas siglas y con esos colores que le han dado identidad por casi 80 años.

Aunque hay que recordar que no sería la primera vez que el ‘tricolor’ cambie de siglas, pues en el año de 1939, con el General Lázaro Cárdenas como presidente del país, modificó su nomenclatura de PNR (Partido Nacional Revolucionario) a PRM (Partido de la Revolución Mexicana).

Y fue hasta el año de 1946, cuando finalmente se convirtió en lo que hoy conocemos como PRI.

Su militancia considera que la refundación es inevitable y necesaria, porque resulta casi imposible transitar bajo esas siglas que están manchadas por la corrupción, los abusos de poder, el autoritarismo y los excesos en el manejo y destino de los recursos públicos, que cometieron ex gobernadores y ex presidentes de la república. Es mucha ‘carga’ en la espalda para cualquier dirigente, militante y simpatizante.

El PRI es una marca que está asociada con los males públicos que producen indignación y enojo en la sociedad, al posicionarse como el “partido de los corruptos”; esto no fue gratis. No obstante, los ilícitos perpetrados desde el servicio público, no son exclusivos de un organismo político o de un grupo en el poder.

De concretarse esta refundación, será interesante observar ese proceso en el que tendrán que cambiar formas y fondos de su comunicación política, su oferta y sus puentes de diálogo con la sociedad.

El PRI ha sido siempre una organización institucionalizada que creció, sobrevivió y robusteció sus estructuras de poder, independientemente de los personajes transexenales que lo dirigieron. Ha sido hasta ahora, su gran virtud.

Por: Christian Erazo Ortiz
Lic. Comunicación Medios Masivos por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y cursa en la actualidad la Maestría en Gobierno y Administración Pública.