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Coherencia

Coherencia, según el diccionario de la real academia de la lengua española, se refiere a la relación que mantienen unas cosas con otras, de modo que constituyan un conjunto con unidad y sin contradicciones. También, se refiere al modo de actuar acorde con la doctrina que una persona profesa. Para el mundo fáctico es la unión íntima entre las moléculas de un cuerpo, se le llama también cohesión. Como podemos ver se trata de la relación o unión de unas cosas con otras. Es un sustantivo femenino que designa una relación lógica entre cosas o entre las partes de algo. Los sinónimos de coherencia son: conexión, relación, enlace, cohesión, congruencia, ilación…

La coherencia de políticas en la vida compartida integra perspectivas de la acción de gobierno, este tema contiene desde las campañas electorales por el poder público hasta la implementación y evaluación de impacto en el terreno de los hechos. La coherencia nace en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, CPEUM, se trata de la norma suprema del ordenamiento jurídico, además goza de primacía frente a cualquier otra disposición normativa. Por si fuera poco el entramado de Derecho del Estado mexicano lo integran los Derechos Humanos. Su jerarquía transita de la CPEUM, los Tratados Internacionales, las leyes que de ella emanan, las constituciones de los Estados libres y soberanos, las normativas estatales y municipales, decretos, reglamentos, resoluciones emanadas de los órganos ejecutivos correspondientes. En este entendido los principios y objetivos, incluso los meta objetivos, señalados en las normas contienen de qué manera se aplicarán las políticas públicas de la administración pública.

La coherencia de políticas transita por las alamedas de las vida interna de las instituciones en las que realiza la convergencia entre valores, acciones, comportamientos que sean garantes de su diseño e implementación, evaluación y mejoramiento para una reivindicación en actos de gobierno a las demandas populares. Estas políticas demandan coherencia entre el abanico de políticas públicas para que no choquen unas contra otras, de manera que muestren un desarrollo compartido y avalado por el pueblo. Las políticas públicas tienen un período de vida, tiene su temporalidad, dependen del diseño de sus presupuestos en general, la idea es que mantengan consistencia de largo aliento y alcancen sus objetivos propuestos, reflejan los compromisos y la solidez frente a los cambios gubernamentales. No menos importante es su reconocimiento externo, la coherencia de políticas que anime la cooperación y la solidaridad internacional.

El legislador mexicano, afortunadamente, no ha legislado normas colectivas en frío, ha tenido en cuenta siempre a la comunidad que integramos todos, me refiero pues a la coherencia que las leyes impulsan la naturaleza ética, su sentido de carácter de vida compartida, la manera ética de SER. La representación popular para ser soberana debe honrar la ley, debe aplicar una pedagogía pública que comunique los alcances y consecuencias de las normas, educar al pueblo en el sentido ético del Estado de Derecho que refleje la realidad de todos los miembros del pueblo, no muestras de estadísticas, sino ciudadanía que hace el mundo de la vida por vía por la concreción de esa pedagogía, es decir, que adopte actitudes y comportamientos con ética. Un pueblo sin los monstruos épicos de las conveniencias políticas, las imposiciones ideológicas. No se puede repetir la fe ciega e irracional de la edad media y su Santa Inquisición, las leyes exigen razones para que se desarrolle la vida social.

Octavio Paz, nuestro pensador coherente, advierte mediante la metáfora del juego de máscaras, mentiras y verdades a medias, en que los conceptos y las palabras han terminado por desvirtuar todo intento serio y responsable por llamar, en América Latina, las cosas por su verdadero nombre; Paz, nos enseñó en el Arco y la Lira a entender y aplicar el ritmo de la vida, a encontrar el sentido social de México. Las urnas del pasado 1 de julio dieron un veredicto contundente: quién gobernará, y la decisión fue un signo de coherencia democrática. La legitimidad y la legalidad del procedimiento electoral efectuado por el Instituto Nacional Electoral no deja dudas, el respaldo ciudadano mayoritario y su derecho a ejercer en plenitud el gobierno que supieron ganar. Es la hora de la coherencia política, ética, institucional, es la hora de los principios democráticos puesto al servicio de los mexicanos, del pueblo soberano. Es preciso entender un mísero detalle, recuperar la vocación de escuchar, que piensan, que sienten, que dicen los y las ciudadanas, cuál es el sentimiento del pueblo generoso que somos; la coherencia da entrada un diálogo vivo, un conversatorio que escuche antes de pedir ser escuchadas las autoridades. El pueblo mayoritariamente demandó un debate amplio, libre y respetuoso de las ideas del pueblo, de sus sentimientos, de sus necesidades, de su laboriosidad, del derecho a un desarrollo digno de México y su tiempo.

Por: Ignacio Ruelas Olvera