Opiniones Portada rotador 

La luna de miel terminó en la boda

Vivimos un interregno, como dijera Gramsci, lo viejo agoniza y lo nuevo no puede, todavía, nacer, se trata de dos proyectos de país distintos, un presidente electo convive con un presidente en funciones. Desde la perspectiva comunicacional y otras, no son benéficas para el pueblo. El poder es un instrumento natural de domino en el desarrollo de sus relaciones. Dos discursos no conciliables que generan un consumo de información sin esfínteres intelectuales ni éticos. Las personas asumen sus posiciones, lamentablemente sobresale la violencia. Es impostergable una mirada cuidadosa al discurso, se requiere un baremo de palabras amplio y cultivado, deconstruir un cálculo que posibilite su uso adecuado. Una primera ruta es una lógica discursiva que convoque a la integración en la diversidad y una parte común, la identidad de los mexicanos. El discurso democrático tiene responsabilidades, para lograrlo existe la política. Son los cuadrantes en donde ciudadanos, personas, individuos, familias, pueblo, desarrollan vida compartida.

La política demanda el diseño y desarrollo de una red de cusas por la que todos se expresen; política en la que sepamos escuchar y hablar, que el diálogo sea el alma de la democracia, que honre política y poder. En efecto, es muy complejo, por ello el pueblo elige y determina quién debe gobernar, en qué condiciones y características. En la conquista del poder público nadie gana todo, ni pierde todo para siempre, es ingenuo pensar que un ser humano solo posea y pueda expresar todas las soluciones a todos los problemas. En esta página de la historia 2018 hay muchas lecciones: la asunción del pueblo a su determinación en las urnas; la madures ética con que los contendientes declararon que les faltaron fuerzas y simpatías, perdieron, pero no incendiaron la pradera con cerillismo electoral; muy pocos insatisfechos con los resultados transitan por las avenidas de la justicia electoral en los tribunales, de manera civilizada. Es decir, la coherencia política está presente. La política construye mundos posibles, la democracia determina mundos viables, no mundos absolutos. ¿Cuál es la razón del gran desgaste social, la depredación del debate y la subsunción del diálogo social?

Sin duda, la corrupción. Es el tema más grave y dañino del abanico de problemas de nuestro pueblo, ha dañado todo, hasta la fe. Empero, tenemos indicadores indoblegables que nos permiten no iniciar a contar desde cero. El desenvolvimiento económico es una prueba de un trabajo conjunto entre poder público y privado con impactos materiales en la vida compartida. La cultura es una clave para entender nuestra realidad, el mundo simbólico nos muestra indicadores que en medio de la pluralidad y la diversidad hay disposición de calidad democrática. La asignatura pendiente es un lenguaje que determine, códigos, relaciones, entendimientos, a partir de las experiencias personales para solucionar problemas colectivos. La lengua concentra nuestras páginas históricas, sintetiza el ahora, y construye la esperanza.

El discurso es el corazón de las relaciones de poder, por ello, Adela Cortina nos sugiere la ética cordial como un medicamento que sana la política y la convivencia. El poder no se anula, ni se suplanta, se ejerce con perspectiva política, es preciso desmantelar las malas prácticas pero no se combaten con malas prácticas, sino con buenas prácticas para cambiar las relaciones existentes. El riesgo de no hacerlo crea un cáncer en la comunicación y sus mundos de micro discursos en el conversatorio nacional. Un mal discurso es capaces de crear un contra discurso que reclame y dispute el propio poder. Se trata del poder colectivo, no el poder personal. El consenso puede alcanzar identidad colectiva y crear una crisis.

El poder que otorgan las urnas es más que ganar, es el poder de la responsabilidad y la historia, de la ética y la moral, la lucidez y la esperanza. Ganar la voluntad mayoritaria alerta la organización de las RAZONES DE ESTADO; el fortalecimiento de la vida democrática con diálogo y verdad puestos en la escena de lo cotidiano. El poder es un problema serio: armonizar la política y las múltiples relaciones de poder colectivas. Toda ésta telaraña de relaciones de poder es tema prioritario de los triunfadores de la contienda por el poder público, encontrar los discursos adecuados para que cada uno tenga un pensamiento adecuado, coherencia que posibilite se ordenen y reproduzcan formas institucionalizadas, que el Estado Democrático de Derecho actúe como garante del gran diálogo necesario en el sentido de Habermas.

Antes de proyectos y políticas públicas, se debe afinar el discurso para los nuevos tiempos, así las soluciones en el conflicto tendrán en el discurso un aliado importante. No tener prudencia dialógica que anime el conversatorio de la nueva realidad política tendrá consecuencias lamentables. El compromiso de cambio, una vez más, será como libélula sobre el agua, pasará sin dejar rastro.

Por: Ignacio Ruelas Olvera