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Casa Aguascalientes, MOS y los sentimientos encontrados

El fandango empezó hace seis años con la reparación de la Casa para sustituir las partes inservibles, reemplazar las instalaciones dañadas, cambiar los muebles de los baños, transformar algunas áreas de uso familiar y adaptar las oficinas a los nuevos tiempos del Progreso para Todos; en la obra de ingeniería estaba plasmado el exquisito gusto de los inquilinos temporales.

La compra del terreno adyacente para construir el estacionamiento y la caseta de vigilancia de la muy resguardada Casa formaban parte del lujoso y funcional proyecto arquitectónico. Nada que no se alcanzara con el dinero del contribuyente quedaría al margen, fue la soberana indicación.

De los mundanos excesos relató «La Jornada Aguascalientes», el miércoles 7 de diciembre de año reciente: “Esta semana comenzaron a circular en redes sociales notas acerca las extravagancias de los últimos moradores de la residencia, quienes supuestamente pagaron entre 16 y 60 mil pesos a la servidumbre que contrataron. La publicación recuerda que la familia Lozano-Rivera Río gastó 20 millones de pesos en remodelar, comprar muebles selectos e implementar un majestuoso jardín. Se habla también de la implementación de paneles solares de 200 millones y de la compra de un terreno aledaño para la construcción de un estacionamiento, por seis millones de pesos. Todo el gasto se hizo a discreción, aprovechando que no estaban obligados a licitar”.

Con la llegada de la nueva «Primera Familia del Estado», la vida cotidiana de los vecinos del fraccionamiento Vergeles se modificó, se vio alterada con el trajín diario de propios y extraños, de locales y visitantes, de patrullas y policías apostados en la esquina de Isabel La Católica y las Américas y de las aparatosas llegadas del gobernador Carlos Lozano de la Torre y su convoy a su hogar dulce hogar.

Los días de las grandes comilonas —organizadas muy seguido, tres veces por semana, en promedio— el caos empezaba a temprana hora, con la llegada de la camioneta de la empresa que entregaba en la Casa las mesas y las sillas, los tablones y demás enseres a utilizarse más tarde.

A la hora dispuesta, los invitados iban llegando a la residencia de gobierno. Los solícitos choferes, de grandes y lujosas camionetas, dejaban a los esponjados funcionarios públicos en la puerta de madera que da acceso al jardín, sobre Isabel La Católica, ocasionando el congestionamiento vial y la obstrucción de la entrada y salida al fraccionamiento; algunos guarros ingresaban indebidamente a las calles Vergeles para aguardar la salida del jefe; los prepotentes, haciendo gala de sus desalineados modales, estacionaban el vehículo oficial afuera de la Casa, en lugar prohibido, según indicaba la raya amarilla pintada en la guarnición.

La seguridad privada, dentro en la caseta de vigilancia de la colonia, miraba atónita el recurrente desmadre, no intervenía, nunca intervino: calladitos se veían más bonitos, supusieron, para salvaguardar su integridad física.

Las incomodidades, los excesos, las transgresiones a la ley, la inversión pública para la compra del terreno y para las obras de remodelación, y el gasto anual que implicó el desbordado funcionamiento de la Casa Aguascalientes—también conocida como casa de gobierno—, no fueron recompensadas por el matrimonio Lozano-Rivera Río a sus abandonados vecinos; es más, ni siquiera fueron capaces de pagar la mísera cuota mensual de 675 pesos para pagar la cuestionada vigilancia privada, o de podar lo arbolitos, o de darles mantenimiento a los prados exteriores de inmueble, empezando por el de calzada de las Américas, digno del mejor basurero de la ciudad.

Para decirlo en blanco y negro: Pasaron más de mil doscientos días y el «Progreso para Todos» no llegó a las calles y las calzadas trazadas en las 54 hectáreas del achacoso fraccionamiento Vergeles, mudo testigo de faraónicas reuniones sociales y oficiales.

Sobre el tema, Martín Orozco Sandoval y su familia, optaron por no vivir en Casa, pero ello no implica el irresponsable abandono del inmueble propiedad de los aguascalentenses, anuncio el gobernador.

La decisión genera sentimientos encontrados: Por un lado, priva de la presencia de los distinguidos vecinos. Por el otro, la tranquilidad regresa a la colonia. Pero por lo pronto, MOS cumplió su palabra inmediatamente, al podarse los árboles y limpiarse el prado de calzada de las Américas, aunque a los chalanes les faltó deshacer la riesgosa trenza tejida por las ramas y los cables de la CFE.

Se acabaron los dispendios y gastos suntuarios en Casa Aguascalientes. Ojalá regrese también el respeto a la ley y el libre tránsito a la calzada de Isabel La Católica.

Porque alguien tiene que escribirlo: El escritor Héctor Aguilar Camín suele recordar con frecuencia que “no hay peor político que otro político ignorante”.

Y sí. Donald Trump es el mejor ejemplo, al desconocer las aromáticas esencias del Tratado de Libre Comercio, explicadas por el entonces subsecretario para América del Norte de la cancillería mexicana, Paulo Carreño, durante la comida del Foro Impulsando a México, organizada por «El Financiero» e Interacciones, a decir de la columna del periodista Pablo Hiriart, el 28 de octubre del año pasado:

Lo que hay son empresarios de los dos lados de la frontera que comercian un millón de dólares por minuto, 500 mil automóviles que cruzan diariamente de manera lícita, y un millón de personas que cruzan todos los días también de manera legal.

Incluso, añade, ya no tenemos una relación de compra-venta, sino que ya hacemos cosas juntos y las vendemos. Es decir, hacemos automóviles que cruzan hasta ocho veces la frontera antes de convertirse en producto final. Hay productos del sector alimenticio que cruzan cuatro veces la frontera.

Más gráfico aún: por cada dólar que Estados Unidos le compra a México, 40 centavos son de producción estadounidense. Ya estamos cerca de decir que un producto no es hecho en México o en EU, sino en Norteamérica.

Aunque no debe perderse de vista que la ignorancia comercial de Trump, bien pueda ser simulada, al fin prospero empresario, para explotar la veta política: atacar a México para conservar las simpatías de esos millones de desempleados norteamericanos, golpeados por la globalizada economía.

marigra1954@gmail.com